lunes, 19 de septiembre de 2016

EDITORIAL

ARGENTINA EN EL MUNDO

¿Cómo encaja Argentina en este rompecabezas mundial? ¿Cuál es la orientación del actual modelo? ¿Qué perspectivas tenemos en el largo plazo?


Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección



La gran “aldea global” en la que estamos viviendo es un mundo interdependiente imbuido de una revolución tecnológica que nos acerca en las comunicaciones y el transporte pero con modos de producción que privilegian la acumulación y ganancias ilimitadas para unos pocos a costa de las grandes mayorías que día a día van formando parte del “descarte” en un mundo que parece no necesitarlos y un ambiente puesto al borde del colapso por la contaminación y el galopante calentamiento global.
En este contexto la multipolaridad parecería encaminarse en estos días a la conformación de dos grandes bloques, uno liderado por Estados Unidos y otro encabezado por China con Rusia como aliada.
Cada una de estas potencias está trabando alianzas para conformar grandes áreas de integración económica, comercial y financiera con una perspectiva geopolítica que les permita sostener poder hegemónico.
Por un lado Estados Unidos avanza en el Tratado Trans Pacífico con Canadá y Japón a los que se suman países asiáticos menores como Vietnam, Malasia y Singapur, Australia y Nueva Zelanda y las naciones latinoamericanas miembros de la Alianza del Pacífico: México, Colombia, Perú y Chile. Con una capacidad de control del 40% del PBI mundial. Se trata de una plataforma de articulación integral en términos políticos, económicos, financieros y comerciales, que debe garantizar la libre circulación de bienes, servicios y capitales; aunque no de personas en sentido Sur-Norte. 
Del otro lado, China puso en marcha el Acuerdo de Asociación Integral Regional que cubrirá un mercado de 3.400 millones de personas y está integrado por países de Asia y Oceanía: Malasia, Indonesia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos, Myanmar, Singapur, Tailandia y Filipinas, además de Australia, India, Japón, Corea del Sur y Nueva Zelanda.
Como telón de fondo, no son pocos los enfrentamientos por áreas estratégicas y recursos naturales cada vez más escasos -petróleo, gas, oro, diamantes, coltán y similares-. En Medio Oriente y África se están produciendo contiendas devastadoras donde las grandes potencias no son ajenas. Cinco guerras se desarrollan en el mundo árabe: Irak, Afganistán, Siria, Libia y Yemen, y  otras siete asolan al África negra: Malí, Chad, Nigeria, República Centroafricana, Congo, Somalia y Sudán. Según datos de UNICEF estas tragedias involucran a 250 millones de chicos menores de 18 años que están creciendo bajo condiciones de guerra y el organismo internacional estima que al menos un 20% de ellos quedarán con secuelas psicológicas producto del hambre, la angustia, el terror y la pérdida de seres queridos y todo tipo de situaciones traumáticas a las que están sometidos.

¿Cómo encaja Argentina en este rompecabezas mundial?
Una de las principales preocupaciones que afirma tener la actual gestión es la reinserción de Argentina en el mundo. Para ello, uno de los caminos elegidos parece ser sumarse al Tratado Trans Pacífico a  través de los países que forman la Alianza del Pacífico
En esta versión siglo XXI de “división internacional del trabajo”, nuestro país volvería a jugar un rol parecido al que alguna vez tuvo, con un modelo basado principalmente en la exportación de materias primas con la ambición de convertirse en el “supermercado del mundo” al darle valor agregado a los productos primarios agropecuarios. La contratara del ingreso al sistema son los importantes condicionamientos de las políticas públicas y el recorte del poder de nuestro Estado nacional, debiendo tener que reformular leyes de protección ambiental, garantizar derechos de patentes de las corporaciones en los más diversos ámbitos, asegurar la “adaptabilidad” de los salarios para “poder competir” y derribar barreras proteccionistas.
Este nuevo modelo se va corriendo del Mercosur que privilegiaba las alianzas regionales, el mercado interno, los salarios y la promoción de la industria local, además de la exportación de bienes primarios, con lo que nuestro país llegó en el 2015 a un PBI de U$S540,000 millones, a pesar de estar con una economía, que por arrastrar distorsiones importantes, había detenido el crecimiento y se mostraba casi estancada.
La situación coyuntural sumado a un viraje de 180º del modelo conforme a los nuevos horizontes trazados por la actual gestión, implicó medidas que generaron un simbronazo económico que en el corto plazo dejó ganadores -hasta ahora: algunos sectores concentrados del campo y de la minería, industrias y comercios monopólicos u oligopólicos y el ámbito financiero vinculado a inversiones de corto plazo-. Los perdedores fueron amplios sectores de la población que están sufriendo los “daños colaterales”: inflación interanual que se estima superará el 40%, deterioro brusco del ingreso, tarifazos, aumento de la desocupación, incremento de los niveles de pobreza y recesión, estando a la espera de prometidas inversiones, públicas y privadas, que vuelvan a dinamizar la economía en el mediano plazo.
Pero en nuestro país la discusión de fondo aún está pendiente… ¿Qué pasará en el largo plazo?. 
La historia ya la conocemos… las políticas pendulares de las últimas cuatro décadas fueron generando deterioro social y aumento de la desigualdad que ni aún los ciclos de crecimiento económico lograron revertir, llegando hoy a 34% de pobreza e indigencia. La democracia y fundamentalmente nuestra elite política, empresarial, sindical y social  aún tiene una gran asignatura pendiente: poner en debate un proyecto a partir del diálogo multisectorial y multipartidario en una mesa de concertación nacional que nos permita arribar a un nuevo Pacto Social que nos ponga de cara al desarrollo sostenible con inclusión social y donde queden trazados los grandes lineamientos de políticas públicas para las próximas décadas, en las cuales cada gobierno podrá aplicar sus matices propios sin abandonar la senda estructural delineada.
Argentina tiene la capacidad, la oportunidad y los instrumentos para subirse al tren del desarrollo. El desafío es establecer un nuevo paradigma proyectando un futuro a largo plazo, pensando en las próximas generaciones y no sólo en un presente acotado donde el debate se centre en las próximas elecciones.
Y para finalizar, es oportuno recordar las palabras del Papa Francisco: “el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción los procesos de cambio”.


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