lunes, 18 de noviembre de 2019

EDITORIAL

NOTA DE TAPA

PAZ SOCIAL, 
Divino tesoro.

Con un panorama mundial y especialmente latinoamericano tan complejo e incierto, tristemente vemos que en diversas latitudes la paz no existe, en otras tambalea y pende de un hilo.
Es dable preguntarse qué está pasando, por qué y para qué. Las respuestas nos pueden ayudar a encontrar el camino para preservar la Paz.

Escribe: Lic. MÓNICA A. RODRIGUEZ - Dirección


Convertido en una “aldea global”, nuestro planeta se está enfrentando a desafíos sin precedentes.
Las problemáticas ambientales, producto de una inadecuada intervención del Hombre sobre la naturaleza, están produciendo un cambio climático que pone en vilo la vida en la Tierra en las próximas décadas.

La automatización unida a la inteligencia artificial están generando una hecatombe en el plano educativo y laboral que obliga a repensar cuál será el rol de la humanidad en el futuro. Un ejemplo: Google acaba de presentar una computadora cuántica que solo necesita 200 segundos para resolver un problema que a un ordenador normal le llevaría 10.000 años, esto sin desconocer que las actuales computadoras son herramientas magníficas que ya nos permiten resolver cuestiones que eran impensadas en la era donde solo existía lápiz y papel.
Mientras estos logros tecnológicos por un lado permiten avances sin precedentes, por otro van dejando más y más gente excluida del mundo laboral porque sus habilidades ya no califican, pasan a ser "descarte"; “efectos colaterales” que se dan dentro de un sistema que ya es profundamente inequitativo, baste decir que según el informe 2019 de la ONG Oxfam Internacional, en la actualidad tan solo 26 personas poseen la misma riqueza que los 3.800 millones de personas que componen la mitad más pobre de la humanidad.

En esta globalización donde se mueven volúmenes financieros que no se corresponden con la economía real y cada vez menos corporaciones concentran la dominación de la economía mundial, los Estados Nacionales están obligados a dar respuestas con políticas públicas en un contexto de relaciones internacionales multipolar en el que, tanto las grandes potencias como las empresas transnacionales, ejercen presiones de diferente tipo y calibre en los vínculos multilaterales y en particular sobre los países emergentes y/o en vías de desarrollo.

Por supuesto, las ideologías tallan. Quienes postulan ideas más progresistas y entienden que el fin del Estado es el Bien Común, dan importancia al rol subsidiario del Estado para hacer todo aquello que el privado no quiere, no puede o no sabe de manera directa o complementaria, tendiendo a asegurar la justicia social y la igualdad de oportunidades, al mismo tiempo en el plano supranacional esta corriente considera que la conformación de grandes bloques regionales y económicos es una manera eficaz de proteger intereses comunes para lidiar en el escenario mundial que nos toca vivir. En la otra punta, los que abrazan las premisas neoliberales, aseguran que lo ideal es la libertad de comercio y el libre mercado, que el Estado debe ser pequeño con un gasto público lo más limitado posible y se debe dejar al privado librado a su suerte sin ningún tipo de “red”.

Estas tensiones aparentemente lejanas a la vida cotidiana, están golpeando de lleno a los ciudadanos de a pie y parecería que nos vamos acercando a un fin de ciclo.
Frente a esta realidad, algunos actúan con la lógica de la supervivencia y del sálvese quien pueda, otros no soportan más. Dentro de estos últimos están incluidos jóvenes que anhelan un mundo mejor que se maneje con criterios de distribución de riqueza más equitativos e igualitarios. Sueñan con conseguirlo dentro del Estado de Derecho y la democracia.
Esta efervescencia se está traduciendo en gigantescas movilizaciones de personas que se vuelcan a las calles para manifestar, una y otra vez, días y días, sin ánimo de retroceder hasta que sus demandas sean escuchadas. Algunos de estos eventos terminan siendo reprimidos por fuerzas de seguridad y/o militares, espiralando una violencia que suele dejar muertos y/o heridos como saldo. Lo vemos en Francia con los chalecos amarillos, en Hong Kong con aquellos que se niegan a ser parte de la China continental y ahora en nuestros vecinos países latinoamericanos: Perú, Ecuador, Chile y en Bolivia donde se ha ido un paso más allá con la ruptura de la institucionalidad.
En cada nación hay un detonante, una gota que rebalsa el vaso y produce el estallido social: aumentos de combustible, aumentos del pasaje del transporte público, argumentos políticos, electorales, judiciales, culturales, de clase y hasta religiosos etc. pero estos no son más que “ropajes”. Cuando “despejamos la paja del trigo”, el telón de fondo es el mismo y se halla en alguna o en la conjunción de varias de las causales antes expresadas.

En nuestro país, a pesar de las múltiples dificultades que atravesamos, las movilizaciones han sido pacíficas y las demandas se canalizaron a través de las urnas. Hoy la ciudadanía está a la espera que pueda concretarse el compromiso de campaña: un nuevo Pacto Social surgido de una amplia mesa de diálogo multisectorial y multipartidaria para llegar a una concertación que permita implementar un proyecto de desarrollo sostenible anclado en la economía real con la promoción de los sectores primario, industrial y servicios, economías regionales, ciencia y tecnología, minería y energía, y un especial impulso a las Mipymes (micro, pequeñas y medianas empresas). Será determinante el rol de la oposición para el control de gestión y que todos resguardemos el estado de derecho y la democracia.

No cabe la menor duda que la Paz es un divino tesoro que toda sociedad debe buscar preservar. Con un panorama mundial tan complejo e incierto, tristemente vemos que en diversas latitudes la paz no existe, en otras tambalea y pende de un hilo. Es dable preguntarse ¿Cuál es el camino?. Para mi, la mejor respuesta la da el Papa Francisco. Él entiende la Paz como “el fruto del desarrollo integral de todos”.

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