domingo, 13 de mayo de 2018

EDITORIAL

NOTA DE TAPA

CONCERTACIÓN, PACTO Y PAZ SOCIAL

ÚNICO CAMINO AL DESARROLLO SOSTENIBLE


Este mes la economía argentina volvió a entrar en turbulencia con vientos de frente en el sector financiero que se traducen en la afectación a toda la economía real y al sector productivo en particular. 
“Nada nuevo bajo el sol”, pensarán muchos. Pero lo cierto que estas crisis cíclicas corroen nuestro tejido social.

Escribe: Lic. MÓNICA RODRIGUEZ - Dirección


Podemos abrumarnos con estadísticas que confirmarían esta aseveración, pero quizás las más preocupantes, las que más duelen y las que más condicionan el futuro argentino sean las expresadas en el último Informe de la UCA: dos de cada tres chicos y adolescentes menores de 17 años son pobres en nuestro país (62,5%). Y si ponemos la lupa en el GBA ese número asciende al 75,3%. Esta medición es multidimensional, tiene en cuenta seis indicadores o derechos básicos: alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información y educación con una ponderación de esas privaciones.
La especialista que coordinó este trabajo, Ianina Tuñon, precisó: "la pobreza medida en múltiples dimensiones de derechos no sólo permite estimar la proporción de la infancia que está vulnerada en algún aspecto esencial del sostenimiento de la vida como es alimentarse, acceder al agua de red, a un inodoro con descarga, y/o a la vacunación y atención preventiva de la salud, sino a otros recursos que son fundamentales para el desarrollo de la vida como es la estimulación en los primeros años de vida o la educación de calidad en las etapas subsiguientes".
Esta es nuestra situación.

Ahora, podemos seguir echando culpas afuera, unos a otros, dividirnos en bandos, profundizar las “grietas” y enfrentarnos de manera definitiva.
También podemos permitir que se siga haciendo lo mismo que se hizo en los últimos 40 años: acudir a recetas pendulares que llevan a Argentina de un extremo a otro: desde políticas económicas totalmente abiertas que nos dejan absolutamente desamparados frente al mundo hasta otras que intentan establecer máximas regulaciones con la excusa de “proteger” la industria nacional y fomentar el consumo interno. Está a la vista que por estos caminos no obtuvimos buenos resultados.
Y esto muy bien lo expresa Eduardo Donza en un reciente estudio: “al menos durante las últimas décadas, sea en un contexto de políticas basadas exclusivamente en la dinamización del mercado interno o de otras con mayor apertura, el sistema económico argentino no ha dejado de acumular barreras productivas que han generado una persistencia de los núcleos de marginalidad y reafirmado las desigualdades estructurales”. 
Y concluye “tanto las desigualdades sociales persistentes como la pobreza estructural, no son el resultado de un déficit en materia de capital humano, sino el correlato necesario de un modelo productivo desigual, con impactos regresivos a nivel socio-laboral y distributivo”.
Clarísimo.

Todos conocemos el gran potencial de nuestra tierra. Basta haber viajado por las diferentes provincias para ver la riqueza que ostentamos en recursos naturales y materiales. No menos trascendente son nuestros recursos humanos formados -aquí y en el exterior-, algunos de los cuales han vuelto al país confiando en políticas que privilegiaron la ciencia y la tecnología vernácula. Otro aspecto es el ahorro de los argentinos, estimado hoy en U$S 330 mil millones.
Es decir, tenemos todos los ingredientes para transformar en acto todo ese potencial. Con todo este capital interno parece necio -y hasta ingenuo- pensar que la oportunidad de nuestro país dependa casi exclusivamente de la búsqueda de capitales externos. Éstos, que conocen a la perfección lo que sucede en Argentina, en todo caso estarán interesados en apostar por nuestro país con inversiones en la economía real a largo plazo, cuando los propios argentinos nos decidamos a hacerlo de manera unida, consensuada y con reglas de juego claras que se sostengan en el tiempo.

Durante gran parte del siglo XX y lo que va del siglo XXI los argentinos no hemos podido, no hemos querido o no hemos sabido cristalizar un Proyecto de país consensuado, a partir de una visión geopolítica que comprenda primero hacia dónde va el mundo, y en ese contexto pergeñe cual es el rol que Argentina puede aspirar a ocupar en las cinco décadas por venir.
En los últimos 35 años hemos logrado sostener y consolidar la democracia y eso no es poco en un país que había pasado los anteriores 50 años convulsionado, vapuleado por golpes de Estado, proscripciones y breves períodos con gobiernos elegidos por el pueblo.
Haber encontrado una relativa estabilidad en el sistema político sin embargo no alcanzó para establecer las bases del desarrollo. Los sucesivos gobiernos, con aciertos y desaciertos, quisieron imponer modelos deshaciendo lo que habían hecho los antecesores y obrando en contrario. La clase política fue incapaz de sostener un diálogo maduro y no se aprovecha aún la potencia de la democracia participativa como motor para enriquecer al sistema político e institucional.
Por ello, aún hoy mantenemos…
- Un sistema institucional débil.
- Partidos políticos con escasa representatividad.
- Política exterior pendular: desde políticas prácticamente de aislamiento a las “relaciones carnales”.
- Crisis cíclicas: Rodrigazo (1975), crisis de 1980/82, hiperinflación (1889), crisis del 2001 y tantas otras que aunque menores, también erosionaron nuestra sistema económico. El momento actual nos encuentra en una situación recesiva, inflación inquietante y el sector financiero parece que vuelve a convertirse en nuestro talón de Aquiles.
- Inseguridad Jurídica
- Corrupción
- Inseguridad pública – narcotráfico
- Falta de políticas educativas y de salud consensuadas y pensadas para el largo plazo.
- Falta de políticas de desarrollo social consensuadas y articuladas que logren revertir de manera definitiva la pobreza estructural.
- Crisis energética, a pesar de las reservas petrolíferas, gasíferas y energías renovables (solar, eólica, hidráulica, geotérmica, principalmente) y de los tarifazos que esquilman a la población.
Podríamos seguir enumerando…

Hoy la clase política debe abandonar la política agonal preocupada en las campañas para ganar las próximas elecciones y pasar a la política arquitectónica pensando en las próximas generaciones.
Dicen que toda crisis es a su vez una oportunidad. No la desaprovechemos una vez más. Es momento de convocar a un Congreso de Concertación Nacional Multisectorial y Multipartidario para trazar un Proyecto de Nación que establezca las bases y estrategias para el desarrollo sustentable con un Pacto Social que establezca reglas claras y comprometa a todos los actores, políticos, jurídicos, sociales y económicos a respetarlo.
De allí devendrá la verdadera Paz Social, aquella tan deseable y apetecible que de manera perfecta define el Papa Francisco como «el fruto del desarrollo integral de todos».

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