viernes, 25 de septiembre de 2015

EDITORIAL

INSEGURIDAD VIAL

VIVIR EN PELIGRO

Casi a diario recibimos con estupor noticias de accidentes en la vía pública que tienen como protagonistas a personas que pierden la vida o son trasladadas a diferentes nosocomios con múltiples heridas.


Basta sobrevolar algunas estadísticas para constatar datos alarmantes: desde el año `92 a la fecha el promedio de muertes anuales por accidentes de tránsito en Argentina no baja de los 7.000, pasando algunos años largamente los 8.000. Esto implica que mueren entre 20 y 24 personas por día, lo que se traduce en una muerte por hora, los jóvenes menores de 35 años son la franja con mayor cantidad de víctimas y victimarios. 
Haciendo foco en la ciudad de Buenos Aires, la situación no es diferente. 
En el cuadro adjunto, el estudio comparativo muestra como en igual período otros países fueron capaces de disminuir considerablemente el porcentaje de muertos por accidentes de tránsito.
Estudio comparativo.   Fuente: Luchemos por la vida
Las abultadas cifras de peatones atropellados y de colisiones entre vehículos muestran la necesidad de buscar nuevas formas de abordar este fenómeno que genera graves consecuencias: muertes, lesionados, perdidas materiales, destrucción de familias, secuelas físicas y psicológicas y disminución de la calidad de vida para muchos damnificados. 
Indagando en las causas podemos ver que en la mayoría de los casos lejos están de ser “accidentes”,  se trata más bien de siniestros que obedecen a causas previsibles y por lo tanto evitables, donde el factor humano y la violación de las normas suelen ser determinantes: fatiga, ingesta de alcohol o de drogas por parte de los conductores, circulación a altas velocidades superiores a las permitidas, pasar semáforos en rojo, utilizar celulares mientras se circula, no usar cinturón de seguridad, estacionar en espacios no permitidos u obstruyendo el paso para ascenso y descenso de personas con discapacidades…
Los peatones tampoco se quedan atrás a la hora de cometer imprudencias: cruzan en la mitad de la calle, hacer caso omiso a los tiempos que le imponen los semáforos, y la distracción es un fenómeno bastante generalizado muchas veces por ir “conectados” a los celulares escuchando música, mandando mensajitos o hablando por teléfono.
Lo más preocupante es que las causales arriba expuestas no son más que emergentes de una problemática más compleja  porque en la mayoría de las personas que cometen infracciones el conocimiento de la regla existe. Es decir, estamos insertos en una especie de “cultura de la transgresión” donde el   “yo primero a toda costa” ó “a mi no me va a pasar nada” son expresiones que terminan traduciéndose en una forma de violencia en la vía pública que atenta contra el derecho humano más elemental: el derecho a la vida, consagrado tanto en nuestra Carta Magna Nacional como en la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires.
Pero la ley cae en letra muerta cuando el Estado renuncia a su vocación de hacerla cumplir ya sea porque no ejerce o relaja los controles pertinentes o porque deniega justicia no acompañando con sanciones ejemplares a quienes impunemente se burlan de ella.
Por supuesto, también se requiere:
- Registro estadístico único con datos ciertos y confiables para poder generar un diagnóstico exacto y elaborar políticas públicas de largo plazo.
- Programas continuos de educación vial desde la más temprana edad.
- Infraestructura vial moderna y segura donde se promueva el transporte público como principal forma de desplazamiento en áreas urbanas.
- Un sistema de salud pública capacitado para actuar en la emergencia con  protocolos precisos. 
Finalmente, todos y cada uno de nosotros sabemos que la libertad de ejercer un derecho tiene como correlato la responsabilidad en la forma de ejercerlo y también la obligación de respetar y cumplir las normas que regulan la convivencia ciudadana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario